Cosa de Pueblo

Gracias por visitar el blog! Intentamos desde aquí, realizar una modesta recopilación de anécdotas, relatos, historias de nuestros pueblos y sus incomparables personajes, que desde pequeños hasta hoy, seguimos oyendo y nos causan tanta gracia. Si querés participar con tu recuerdo, envia un mail a: materialdepueblo@yahoo.com.ar Nota: Pedimos disculpas si alguien se siente ofendido por los relatos y/o nombres vertidos en este blog, no es nuestra intención. Gracias por su comprensión.

jueves, julio 26, 2007

El "pele" no entendio el aviso

Allá por mediados de los '80 don Edwin ''wito'' Montes tenia un auto Rambler ''ambasador'' color negro, en bastante buenas condiciones por cierto, pero un poco ''manoseado'' por el, ya que era un mecánico aficionado y le ''metía mano'' por todos lados y no siempre con buenos resultados.
Por esa época hubo un gran aumento en el precio de la nafta y don ''wito'' que algo había escuchado sobre el gas como combustible le instaló una manguerita directa desde la garrafa a la entrada de la toma de aire, colocó la garrafa a su lado y la sujetó con el cinturón de seguridad. De este modo, aumentaba o reducía la velocidad del motor abriendo y cerrando mas o menos la garrafa; al no tener que usar el acelerador, una vez en la ruta viajaba cómodamente con los pies descansados.
En una ocasión le compró dos tapas de ruedas cromadas y con un escudo central para las ruedas delanteras, pero se encontró con que estas eran un poco chicas y no se ajustaban a las llantas, así que lo solucionó sacando la tapa de la punta de eje, les soldó un tornillo y las enrroscó en la puntas, lo que no tuvo en cuenta es que esa parte no gira con las ruedas y por lo tanto las tapas quedaron fijas, yo tuve oportunidad de verlo, y la verdad que daba un poco de impresión ya que al no dar vueltas las tapas, las ruedas delanteras parecían que iban arastrándose.
Un día trajo a la mañana temprano el Rambler al taller de Rubén Ellero porque le habían dado turno para una reparación completa de los frenos y lo dejó para pasar a buscarlo listo y reparado recién a la tardecita . Este Sr (don wito) tenía un pequeño perro que casi nunca se bajaba del auto, por lo que al irse su dueño el ''pelé'' (asi se llamaba) quedo cómodamente ubicado en el asiento delantero.
Nos cuenta Rubén, el mecánico, que a media tarde con el trabajo casi listo invito a kuka (su socio) a dar una vuelta y comprobar si todas las ruedas frenaban parejo. Salieron con el ''pelé'' sentado entre los dos y probaron varias veces en el pueblo los frenos que aparentemente habían quedado 10 puntos, pero para una prueba mas exhaustiva salieron a la ruta a realizar un frenado a mas velocidad. Ya en la ruta y a unos 80 Km/ph Rubén le dice a Kuka: -Agarrate que lo pruebo... Le clavó los frenos, el Kuka se agarró por supuesto, pero el ''pelé '' no entendió el aviso y en la resbalosa cuerina del asiento no logró ni siquiera intentar sostenerse y se deslizó violentamente pegando con los cinco botones de sintonía de la radio en el centro de la cabeza, quedando asi totalmente desmayado en la alfombra.

Adrián.

martes, julio 24, 2007

Historias del abuelo Victorio

En Huinca Renancó, los hermanos Sixto desarrollaban su diaria tarea en el taller de Motos. Como siempre; mañana y tarde estaba concurrido por distintos visitantes, algunos por trabajo y otros por acercarse simplemente a un punto de convergencia, donde se tomaba mate, se charlaba y se comentaba acerca de los diarios aconteceres de la vida pueblerina.
Una de las presencias permanentes en el taller, era la del abuelo Victorio, que retirado ya de sus trabajos, estaba siempre cerca charlando y alternando con los concurrentes.
Una tórrida tarde de verano, cuando el calor apretaba fuerte, como a las 16:30 hs, apareció por el taller,una señorita con una bicicleta. La srita era muy hermosa y estaba vestida con unos shorts blancos propios para el uso en esos calurosos dias. ¡Qué decir sino que se acercaron todos solícitos a atender los requerimientos de la srita en cuestión! Hasta el abuelo Victorio, que siempre estaba alerta, por haber sido (y ser) un admirador de la belleza femenina.
Pues bien, la señorita, venia toda apenada pues luchando con las guadalosas calles y algunos enripiados, la goma trasera de la su bici, estaba pinchada.
Mientras los hermanos Sixto, afanosamente, trataban de solucionar el problema acuciante de la joven, Victorio ni lerdo ni perezoso, comenzó a tratar de intercambiar opiniones sobre el tiempo, el calor etc... (no quería quedar fuera de la atención de la srita.)
El tono de Victorio comenzó a subir cada vez mas alto, hasta que finalmente casi a los gritos, mientras Kico y Rudy por el costado, aguantaban la risa, acercándose y viendo la cara sorprendida de la joven, Rudy le explicó a Victorio: -"Papá, la señorita, no es sorda, simplemente, no te entiende, ella no habla español, habla italiano" ¡Por eso no te responde!

Ana María Sixto.

Los clásicos de San Marcelo


Dedicado a Raimundo Gutierrez y toda su Flia. de hacheros.

Sábado del mes de mayo por la tarde. Día soleado y sin siquiera una brisa, pero fresco.
¡llegó el día del gran desafío! El partido del año esta vez nos tocaba de visitantes.
Jugaban los de la legua norte contra los de la legua sur.
A nuestro equipo, el del norte lo armábamos entre todos y yo lo dirigía. En el del sur, por supuesto el DT era ''el ratón'' jorge, amo y señor del monte y de los hacheros del obraje.
La cancha de fútbol era la manga por donde venía a tomar agua la hacienda y tenia 80 metros de ancho por 170 de largo, jugaban 18 jugadores por cada lado, el partido era a dos tiempos de una hora cada uno y el referí era neutral, venía de ''cayasta'' o de ''la paulina''. El perdedor pagaba el asado para todos.
Ese día comenzamos el partido con mala suerte, ya que en la primera jugada ''cuca'' la Sra. del Cacho, nuestra puntera derecha, emprende una veloz corrida contra el alambrado, le sale Brigido, la traba y va a parar contra el alambre de púas, ¿consecuencias? tres puntos de sutura en la pantorrilla, el lunes, en el hospital de Parera. Hubo que hacer el cambio, ya que pese al vendaje de urgencia no paraba de salir sangre, entró ''la filomena'', pero tubo que jugar de marcador central, no podía correr mucho ya que su panza de 5 meses de embarazo se lo impedía.
Se reanuda el partido con un tiro libre a favor nuestro que no trae consecuencias.
No vamos a relatar todo lo sucedido en aquel juego, hay tantas cosas para contar que se haría interminable el relato, solo narraremos algunas anécdotas de aquel partido.
En el arco jugaba don Mortensen, de arquero por la edad y por ser asmático.
A la pelota la comprábamos nueva para cada partido, pero como siempre se pinchaba o se le salía la cámara terminábamos rellenándola con plumas de avestruz que eran mas livianas.
Las camisetas de un equipo eran de todos los colores y modelos, del otro lado, todos ''en cuero'' ,con pantalones largos, cortos, cortados o deshilachados, pero nadie en calzoncillos ¡no tenían! Las mujeres que jugaban como las conocían a todas vestían de cualquier forma.
Ese día perdimos 14 a 6. Los jueces de linea eran: de un lado ''potoco'' Garraza y del otro ''el romántico'' Ferreyra quien por saber poco de fútbol, por las dudas jugaba del otro lado del alambrado. Como aguatera actuaba la ''cara de cuajo'' ya que, decían tenía poderes y le echaba unos yuyos al agua y por las dudas la noche anterior enterró un sapo vivo en el medio de la cancha. El partido fue parejo hasta que las lesiones del ''riojano'' Arguello y de el ''águila renga'' nos dejó en inferioridad numérica sin dos de los baluartes del equipo.
Al terminar el partido el asado estaba en marcha, el asador era don Antonio Ferreyra y su hija, Blanca, no podía ayudarle ya que debía cuidar a sus pequeños ''tano'' y '' yingo'' que eran la piel de judas y a la ''deoli', una santa.
De los 40 jugadores se lavaron en el tanque no mas de 20 el resto tonificó sus músculos con yerba de la gama y alcohol puro quedando con un olor característico e inconfundible.
Hoy después de los clásicos de San Marcelo y luego de ver por la tele un Boca-River 0 a 0, yo pregunto ¿cuál le gustaría ver?, será la nostalgia, será que nos ponemos viejos, será... ¿qué se yo? que cada cual vea el fútbol a su manera. Yo... ¡me quedo con los clásicos de San Marcelo!

Original de Omar A. Rodriguez.

Adrián.

martes, julio 17, 2007

Amenaza al Santo

Nos contaba hace unos cuantos años el Sr. Aurelio Barrio que en el año 1963 vivía con su esposa y sus hijos en su campo de ''La pitangua'', a unos 8 Km. de Parera. Un día su hija Marta que tenía en ese momento unos dos meses de edad, se puso muy mal de golpe justo en el momento en que una fuerte tormenta se desataba sobre la zona. Ellos en ese momento no tenían otro medio de movilidad que un sulky por lo que se les hacia imposible salir en esas condiciones. Elsa, su esposa, con toda la desesperación de una madre, optó por traer la imagen de un santo de su devoción y colocándolo sobre una mesita le prendió unas velas y empezó a rezarle pidiéndole por la salvación de su hijita y que la tormenta pasara para poder ir hasta el pueblo. Aurelio al principio le rezó un poco también pero en un momento se levantó y tomó una determinación, le dijo a su esposa: -Trae el ''santucho'' ese para acá que yo lo voy a arreglar, tomó la imagen del santo, lo sacó afuera, lo colocó boca abajo en un charco y poniéndole un ladrillo encima lo amenazó, exclamando: -¡Como no mejoren las cosas mañana te parto con el acha! y muy enojado regresó adentro diciendo: -¡Faltaba mas!, ¡Siempre pidiéndole las cosas por favor al bonito!, ¡ahora va a saber quien manda acá!
El comentaba que a los 10 minutos las nubes se peleaban por escapar del cielo y a la media hora estaba todo estrellado.

Adrián.

viernes, julio 13, 2007

Dentaduras postizas

Comenta ''Mono'' Barrio que hace una pila de años, su abuelo Alejo Barrio, luego de un tiempo de andar sin dientes se colocó una dentadura postiza y fue tan buena su adaptación a este aparato que al poco tiempo no se la sacaba ni para dormir. En ocasión de encontrarse sus hijos cosechando trigo, en épocas que se ''trillaba en bolsas'' y estas se cosían a mano arriba de la máquina, quiso don Alejo ir a colaborar un poco, se instaló arriba de la cosechadora y empezó con la cosida de las bolsas, pero debido a que hacia tiempo que no realizaba el trabajo pronto se vio superado por la cantidad de trigo que entregaba la máquina, en el apurón de dejar una bolsa ya cosida y agarrar otra llena empezó a sujetar la aguja con los dientes para ganar tiempo, pero en un momento ya casi desesperado por la situación apretó demasiado la aguja con un costado de la dentadura, esto hizo -relata "Mono"- que se le quebrara el puente del paladar dejándolo con la boca cruzada y por supuesto sin su nueva dentadura.

Relataba hace unos cuantos años Don Arsenio Contreras, amigo de cuentos, historias y asados comidos en el pan, que al ir perdiendo sus dientes ''de fabrica'' estuvo un tiempo a verduritas y cosas blandas, por lo cual al colocarse su nueva dentadura, en lo primero que pensó fue en comerse un asado ''como los de antes''. Preparó el asado imaginandose todo lo que iba a comer, cortó un trozo importante, lo colocó sobre un buen pedazo de galleta y le dio un fuerte mordiscón seguido de un tirón como en los viejos tiempos... Lo único que logró con esto fue dejar su flamante sonrisa fuertemente ''prendida '' en el ''sanguche''.

Adrián.

miércoles, julio 04, 2007

Piñas y sopapos

Esto ocurrido mas que "Cosa de pueblo", diría yo, podría llamarse "Cosa de barrio".
Siempre se dice que la imaginación supera a la ficción; y tanto es así que la mayoría de nosotros hemos podido comprobar esto último, y darnos cuenta que cosa mas, cosa menos, la condición humana no varía demasiado en ninguna parte.
Lo que voy a contar sucedió hacen pocos días cerca de mi casa. Solo (para no herir sentimientos "vecinales") no diré nombres auténticos, sino que los cambiaré para que las personas no se ofendan.
Como todos han visto en cada barrio o en cada pueblo, hay mercaditos chinos, es decir, nosotros le llamamos chinos, pero muchos de ellos son o taiwaneses o dependiendo del rubro, japoneses. Pero la situación barrial impone que cada vecina haga sus compritas en los mercaditos "chinos", para ahorrar tiempo y también algunos pesos.
Estando en la cola para el pago de lo adquirido, la vecina Porota con su esposo Juan, esperaban pacientemente su turno. Era el fin del día y las caras de cada uno demostraba el cansancio por la rutina diaria... Al llegar el turno de esta pareja, Juan demoró en sacar de su bolsillo el pago en tickets, mientras que Porota introducía pacientemente la mercadería en bolsas, hecho que causó cierto malestar en los numerosos vecinos que estaban detrás. La señorita siguiente en la cola que iba acompañada de un robusto joven, resopló y se quejó pidiendo rapidez en el trámite, situación que la Señora denunció, que ella había esperado demasiado y que el resto debía tener su misma paciencia. La señorita y el joven cuchicheaban pero, la señora Porota, escuchó la peor de las sentencias : -"Vieja de m..." ¡¡¡¡Para que!!!, la señora ni lerda ni perezoza, se dió vuelta con presteza, y le acomodó un sonoro sopapo a la impertinente joven. El joven acompañante, al ver agredida a su Dulcinea, se armó de coraje y sin aviso, le dió un cross fulminante a Porota, dejandola "acostada". Los chinos, impávidos.
El esposo, seguía contando tickets, mientras que el resto de los vecinos, mas reales y asombrados e indignados, gritaban y pedían ¡Ambulancia! y otros ¡Policia! La pareja belicosa hechó a correr, los vecinos de la señora la auxiliaron y la acomodaron con velocidad en la ambulancia que la transportaría al Hospital Tornú, mientras que el indiferente y distraído esposo pregunta sospechosamente: -¿Qué ocurrió?, no ví nada. Tan distraido estaba...
Mientras tanto el chino, con su paciencia decía en español pero con acento chinesco: -"El que sigueeeee".

Ana María Sixto.

martes, julio 03, 2007

Se puso loco el pororo

Vivía en esta zona hace ya muchos años, un personaje conocido como ''El loco Nuñez'' . El contaba que siendo muy joven comió por primera vez pororo o palomitas de maiz y como le gustaron mucho consultó como se hacían, le dieron todas las indicaciones pero no le informaron de la forma en que saltarían en el proceso de elaboración. Contaba que colocó una pequeña cantidad de aceite en una olla (sin tapa por supuesto) vertió el maíz, le metió fuego y se puso tranquilamente a mirar lo que sucedía; dice que al explotar el primero se escuchó el conocido grito de: -¡¡¡Haifaaa!!! y lo paro con un rápido movimiento de la mano, lo mismo hizo con los siguientes 10 o 15, pero al incrementarse las explosiones en forma exponencial optó por sacarse la gorra para abarcar mas superficie con la atajada mientras los clásicos ¡¡¡haifaaa!!!, ¡¡¡haifaaa!!! se oían hasta en el patio, pero al ver que ni con la gorra los podía parar, sacando la parte de abajo de la camisa de dentro del pantalón tapó la olla completa. Como prueba de esto el mostraba una cicatriz semicircular que pasaba debajo de su ombligo, producida por supuesto por el borde recalentado de la olla del pororo.

Adrián.

La chata de Gaido

Comentan en Quetrequen, donde no por ser pueblo chico se privan de tener buenos mentidores, que un 12 de Agosto del año 1955, Don Carlos Gaido dueño de una panadería, mando a sus hijos angelito y nenín, (de 16 y12 años respectivamente) en una chata tirada por caballos a llevar un viaje de leña a Realicó y a la vuelta debían traer 50 bolsas de harina del molino ''Werner''. A la vuelta cuando pasaban por Maisonave comenzó a lloviznar; en el negocio de Cantarella donde debían comprar alimentos, le prestaron una lona para tapar la carga luego de lo cual siguieron viaje. Llegando al paso a nivel la chata se quedo encajada en las vías debido al pésimo estado de estas, por lo cual luego de un rato de lucha decidieron desatar los caballos para conseguir alguno de los escasísimos tractores que había en la zona. Quizo el destino que en ese horario coincidiera con el paso del tren, mas precisamente ''El ranquelino'', el cual no se detuvo pese a las señas desesperadas que los chicos le hicieron un montón de metros antes del paso a nivel. El terrible impacto destrozo la chata y comentan que la nube de harina se veía desde varios Km. Don Nenín Gaido uno de los protagonistas nos cuenta dos cosas, una creíble, la otra... Dice recordar el Nº de la locomotora, 5230, también nos comenta que fue tal la amargura en su casa que un perro que tenían de nombre ''Capitán'' todas las noches lloraba al escuchar el silbato del tren.

Adrián.