Que gorda estaba la chancha

Me acaba de llegar una linda anecdota vía mensaje sms desde el norte pampeano, mas precisamente de la localidad de Parera y dice así:

Cuentan los viejos de este pueblo, que el Señor Sarabia mantenía muy bien alimentados a los porcinos que criaba en su chiquero. Un día rutinario como tantos otros, sucedió un caso excepcional en ese lugar. Este hombre realizando tareas campestres, encontró sin vida, a la chancha que mas quería. Atónito ante tan cruel hallazgo dedujo la causal de su muerte, ella estaba tan gorda que no podía cerrar los ojos… Ni enfermedad, ni platos voladores, simplemente la chancha se había muerto de sueño.

Gracias Juampa.

Viaje y televisor

Bueno, el sitio quedara desactualizado por 4 días ya que hoy a la noche viajo a mi pueblo y me quedo todo el fin de semana. Obviamente recopilare material, la fuente es inagotable.
Como último les dejo un comentario que hacia acerca de su televisor un tío mío llamado Elías. Decía:

-Mi televisor blanco y negro anda tan bien que cada tanto tira pantallazos a color.

El falleció pero nos dejo un montón de lindos recuerdos. Mas adelante realizare un post con todas sus anécdotas.
Muy buen fin de semana y feliz día de la patria.

Kicho. El acordeón y su dicho.

Un día en algún lugar de Huinca, un grupo de personas se aprestaba a escuchar los primeros acordes del músico que allí tocaba. El Sr. “Kicho” antes de tocar (No tan convencido de sus dotes musicales) anunció a su publico: -Algo va a salir… Ni bien termino de decir esto, abrió el acordeón y para sorpresa de todos, salio una laucha de adentro.

Es el motivo de que; después de ese suceso y hasta el día de hoy, cuando una persona de Huinca Renacó esta creando o arreglando algo y no confía plenamente en el resultado positivo del mismo esboza la siguiente frase: “Algo va a salir, dijo el Kicho”

Anécdotas de un camionero.

“Una vez subí con el camión una loma tan empinada que las monedas se me caían del bolsillo”

“Hacia tanto pero tanto calor que la carga que llevaba de maíz se me hizo pororó”

“Una vez pare a descansar en un lugar que estaba lleno de palomas, cuando me quise acordar me habían comido toda la carga de sorgo”

(Gracias Gastón por hacerme acordar)

Se vino el frío.

“Frío eran los de ante. Con decirle que se congelaba el agua de los tanque y los paisanos aprovechaban pa´cambearle las chapas rotas…”

Anónimo. De algún asado, mateada o algo por el estilo.

"Tuercas" en el museo

Un día de lluvia en el transcurso de mis vacaciones de verano en la hermosa localidad de Mina Clavero Córdoba, fue motivo y excusa de visita al museo Rocsen. Este increíble museo Polifacético se encuentra ubicado a 5 Km. de Nono (otra localidad turística cercana a Mina.) El recorrido del lugar, que es imposible realizarlo en un solo día, te lleva por diferentes temas como Paleontología, arqueología, zoología, música, escritura, telecomunicación, medios de trasporte con tracción a sangre, motores etc. Existen también rincones que representan antiguos lugares como Cantinas, Almacenes, viviendas o sectores de ellas, armados con un cuidado detalle de los elementos que los conforman. Pero particularmente me quedo con uno, quizás inducido por vivencias de mi niñez dentro de ese espacio, el cual es la representación fiel de un taller mecánico. También me quedo con el excelente texto ubicado en la entrada que define al “Tuerca” dueño o empleado de ese taller, que dice así:

El “Tuerca” es una persona muy especial que en definitiva no pertenece a ningún nivel social definido. Su vocación son los “fierros”. A menudo es autodidacta. Comienza a trabajar en un taller como aprendiz, ayudante de muy joven o termina el secundario con oficio de mecánico general. No es “patrón”, pero siempre tiene un ayudante que comenzó de la misma forma.
Tiene aptitud para los trabajos manuales relacionados con motores y maquinas. Su condición social muchas veces lo obliga a emplearse como obrero en fabricas, usinas o complejos afines, hasta que logra independizarse para tener su taller propio. Éste comienza funcionando en condiciones precarias en algún baldío, con poca estructura techada y realizando la mayoría de los trabajos al aire libre. Su dedicación y abnegación en el trabajo logran que poco a poco tenga más clientes, con los cuales consigue formar amistad.
Disfrutan de deportes como el fútbol, las bochas, la pesca y jugar al truco. Preparar un auto para las carreras locales de categoría 850 cc ocupa su tiempo libre, a veces trabaja años para lograrlo.
Su deseo es ser “libre”, no le gustan las ataduras. Prefiere trabajar 10 o 12 horas a su gusto y manera, tal vez con menos ganancia, antes de ser empleado 8 horas en relación de dependencias con normas ajenas. Él es el símbolo de libertad.

Con o sin dinero, pero es “tuerca”
Su desafío es dominar los “fierros”
Su dicho es: “No hay duro que no se ablande, ni torcido que no se enderece”.

Museo Rocsen.
www.museorocsen.org

Algunas imágenes:

El debut de "Pachanga" Palacios

Las carreras de motos spedway han logrado sobrados meritos para ocupar un espacio entre las paginas del entretenimiento de nuestros pueblos, principalmente del sur provincial, donde se integraron al entusiasmo que por este deporte mecánico pusieron aficionados y fanáticos de otras provincias, como La Pampa, Buenos Aires y Mendoza.
En una misma federación, confluían por esa pasión amante de los fierros de Huinca Renancó, Colonia Barón, Realicó, Castex y Santa Rosa de La Pampa, por solo citar algunos pueblos de esa vasta región agroganadera que se extiende mas allá del rió Quinto.
Quien quiera justificar a los fanáticos de este deporte no puede dejar de lado su pintoresquismo, sus vibrantes sonidos y la gran habilidad de los pilotos que participan, ya que estas motos no tienen frenos y las pistas son óvalos de hasta 400 metros de recorrido en cuyas curvas no se dobla para girar, sino que se derrapa con la rueda trasera, siempre más ancha.
El la década del ´70, el circuito mas popular, con capacidad para unos cuatro mil espectadores y siempre lleno, era el de Santa Rosa de La Pampa, ubicado en un predio del Club General Belgrano y cuya pista llevaba el sugestivo nombre de “El anillo embrujado”. Allí debutó el inolvidable Jorge “Pachanga” Palacios, también conocido como “Perro”, quien vivió durante muchos años en Huinca Renancó para trasladarse finalmente a Bahía Blanca, donde sus amigos le perdieron el rastro.
El equipo de Huinca era el único referente cordobés en este campeonato y estaba muy bien integrado por los hermanos Sixto: Roberto (“Quico”) y Raúl, corredores, y Rudy, preparador. Los Sixto competían en la categoría 175 centímetros cúbicos de preparación libre, con dos motos Zanella RK y tenían una tercera de repuesto, “Gilera la fiera”, como decía uno de sus seguidores.
“Pachanga” llego a trabajar al taller de los Sixto como chapista y un día, al ver que sus patrones preparaban motos, anuncio:
–Yo se correr.
Por esos tiempos de tribunas llenas, los organizadores pagaban un viático por cada moto que corría, por lo que llevarlo a Palacios a correr bien se podía ver como una inversión.
Probaron sus conocimientos en la calle con la Gilera 175, provista con un combustible compuesto con nafta de avión de 130 octanos y metanol, para lograr una mejor compresión. En una prueba rápida, el tipo demostró no tener miedo a la velocidad.
Se lo llevaron a Santa Rosa y lo anotaron. Era un sábado de verano y se corría por la noche, ya que las pistas estaban iluminadas y el campeonato era televisado, con trasmisión radial en directo y la participación de corredores de varias provincias.
Fue a José Parra, mecánico y preparador de las motos de los Sixto, a quien le toco apadrinar al novato.
–Vaya y lo atiende al “pachanga” –Le ordeno Rudy.
Al tratarse de un principiante, lo primero que hizo Parra al finalizar las competencias de la categoría 105 fue pedirle permiso al comisario deportivo para que el debutante probara de que se trataba la cuestión.
Todos los demás estaban en los boxes, no había nadie mas en la pista, por lo que mi amigo José recibió el visto bueno para que entrara a probar a Palacios. Lo sentó en la moto y, como esta no tiene patada de arranque, le dio un empujón hasta que la máquina cantó su potencia y salio embrujada, como el hombre de la pista.
En la primera curva, rebosantes de barro porque recién había pasado el regador, el novato se enroscó con la moto y patinó para estamparse justo frente a la tribuna principal, desde donde partieron risas, aplausos, gritos de asombro, abucheos y otras expresiones no menos populares.
Parra corrió a levantarlo y le pregunto si no quería abandonar el intento. “Pachanga” lo miro como ofendido, se subió de nuevo a la moto y salio para la otra curva, donde, como se esperaba, se pego otro golpazo histórico.
Insistente, Palacios se dejo ayudar por un par de muchachos y volvió a la carga, otra vez rumbo a la curva donde se había “bautizado” inicialmente. Allí estaba todavía Parra, que hizo señas cuando lo vio encarar la curva como para salirse del mundo. Volvió a caer y quedo otra vez comiendo barro a merced del griterío de la gran tribuna.
–¡Te vas a matar! –Le rogó José –¡No insistas!
“Pachanga” se sacudió un poco y volvió a subir a la moto para completar otra vuelta con algunas patinadas menores, pero esta vez sin caer.
Por lo bajo, el comisario deportivo le dijo al asistente:
–Che, Parrita ¿de dónde lo sacaron a este? Ese tipo no tiene idea, Encima, en el sorteo ganó la primera fila.
–No digas nada, es un mecánico de los Sixto, pero no te hagas problema que lo vamos a largar en la última fila para que no perjudique a los que están luchando por el campeonato.
A regañadientes, “Pachanga” aceptó largar en la última fila. Parra lo convenció con algunas excusas.
Soltaron la cuerda elástica para que largue la serie y cuando salieron todas las motos juntas, “Pachanga” aceleró sin agarrarse lo suficiente y se resbaló. La moto se le escapó y se fue sola para chocar contra las gomas y los carteles de la primera curva. En medio de las risas generalizadas, el principiante no se desanimó y corrió a buscar la máquina.
Consiguió treparse de nuevo y partió a toda potencia para tratar de descontar los metros perdidos, pero no se percató de que, con el mareo, arrancó en sentido contrario a los demás corredores y se los encontró de frente apenas salió. El desparramo de motos para todas partes fue similar al que hacen las gallinas cuando entra una comadreja al gallinero. Un desastre. Entre los insultos de los demás competidores y las carcajadas ya con lágrimas de los espectadores, “Pachanga” logró subir de nuevo y esta vez encaró para el lado correcto, para completar finalmente la carrera, en cuyo transcurso se cayó otras seis veces más. De tantas caías, terminó ya sin ropas, en calzoncillos y todo embarrado. Sin dudas, fue la atracción principal de la noche.
Preocupados por lo acontecido, los Sixto se sintieron responsables de la desastrosa incorporación y esperaron lo peor.
-Nos van a correr para siempre. Nos van a sacar la roja y vamos a tener que correr en el patio de la casa –Comentó Rudy a sus hermanos con un evidente nudo en la garganta.
Angustiados, los tres hermanos desfilaron para la oficina del presidente del club y se sentaron frente a su escritorio. El hombre encendió un cigarrillo y le dijo:
–Quería hablarles de ese corredor nuevo que trajeron hoy.
–Lo suponíamos –admitió Rudy.
–Les voy a pagar triple viático –Se despachó el jefe del circo.
–¿Para que no lo traigamos más? Preguntó Roberto.
–No, para que lo traigan siempre –Dijo el presidente. -¿No se dan cuenta de que un tipo como el llena las tribunas?

Las historias de Don Boyero.
Jorge Londero.
Redacción Diario La voz del Interior.