Cosa de Pueblo

Gracias por visitar el blog! Intentamos desde aquí, realizar una modesta recopilación de anécdotas, relatos, historias de nuestros pueblos y sus incomparables personajes, que desde pequeños hasta hoy, seguimos oyendo y nos causan tanta gracia. Si querés participar con tu recuerdo, envia un mail a: materialdepueblo@yahoo.com.ar Nota: Pedimos disculpas si alguien se siente ofendido por los relatos y/o nombres vertidos en este blog, no es nuestra intención. Gracias por su comprensión.

jueves, junio 29, 2006

La libreta de Patín


Quien no recuerda de chico, haber hecho algún mandado a la carnicería o la verdulería y que nuestros padres nos dieran para realizarlo una libretita, donde el vendedor te anotaba el costo de todo lo que comprabas en el lugar -no le dabas dinero solo esta libreta- funcionaba como una especie de tarjeta de crédito y que religiosamente quincenal o mensualmente era sometida a un resumen de lo anotado en ella, con el fin de pagarle el monto adeudado al comerciante de todo lo que se había adquirido; Quizás un tanto mas sofisticado que el popular “Fiado”.
En el interior (En algunos comercios) este sistema, que basa su buen funcionamiento en la confianza, sigue en vigencia. No es la excepción en el boliche de “Patín” Merlo y su hermano, denominado “Bar La Esquina” en el pueblo de Parera (La Pampa) ellos también utilizan esta modalidad de compra venta, pero un tanto mas compleja. El comprador se queda unas cuantas horas en el lugar y repite la transacción varias veces, o sea, se toma varios tragos, que van desde los aperitivos hasta las bebidas “Espirituosas”, es aquí donde el sistema cumple un rol importante, contabilizando lo que se toma en cada mesa o lo que se toma cada cliente del lugar. La información acumulada al final de la jornada es vital para poder cobrar lo que se ha consumido.
Cierto día, no se sabe bien, si fue el propio dueño del boliche o/u algún señor pasado de copas, en una acción desafortunada, derramó un vaso de vino sobre la popular libretita, los datos allí escritos se empezaron a borronear al instante, las hojas comenzaron a pegarse, lo único que se mantenía intacto era el espiral; Patín alzó con sus manos lo que quedaba de ella, levanto la vista, miró a sus clientes y exclamó: -Muchachos hoy no les voy a poder cobrar, se me cayo el sistema.

lunes, junio 12, 2006

Que viajecito Botín


En época de las fiestas de fin de año, todos los que estamos lejos de nuestros pueblos, tratamos de volver para disfrutar en familia y con los amigos de estos acontecimientos tan especiales. Aquella vez no fue la excepción para el “Botín” Mariani, que estaba prestando servicio en la Infantería de Marina de la Armada Argentina. Quizás por descuido, falta de dinero o por alguna otra cuestión el infante no había conseguido los pasajes para volver a su pueblo. El Capitán de marina se percato de que algo andaba mal porque veía mucha tristeza en la cara de Mariani, a lo cual le preguntó:
-¿Que le sucede infante?
-Es que quería viajar a mi pueblo y no he conseguido pasajes ni en tren, ni en colectivo y Usted sabe, en estas fechas, a uno le dan ganas de estar con los suyos…
El Capitán de Marina pensó por un momento y nuevamente le pregunto:
-¿Hay algún lugar cerca de su pueblo donde haya bastante agua?
-Emm, si! Respondió al instante y ahí nomás tiro el dato:
-La laguna de Tobares, que esta a 8 km. de Huinca… Pero, porqué?
-Prepare sus cosas, que en 30 minutos salimos, lo vamos a llevar en submarino.
Y así fue, (como lo cuenta el), viajando por las napas -por debajo de la tierra- lo llevaron a la laguna y de ahí se fue caminando al pueblo. Ya el 24 a la tardecita estaba instalado en su casa esperando que se hagan las doce para brindar y agradecer, por estar ahi.

jueves, junio 08, 2006

Al paso

-Alcanzame lasal..., alcanzame lasal...
-¿Cuál? ¿La sal fina o la sal grueza?
-No, lasalpargatas.

miércoles, junio 07, 2006

Anecdotas de un Camionero: La gran maniobra

Había llovido durante todo el día, el Camionero Ortubia Se dirigía hacia Liniers (Buenos Aires) con una carga completa de vacunos, la ruta 188 estaba muy mojada cosa que no permitía un optimo tránsito. De pronto cuando menos lo esperaba, casi a la altura de Junín, vio que un auto fuera de control se le venia encima, sin dudarlo ni un instante, tiró el camión hacia la banquina totalmente embarrada -símil jabón-; entre coleteos y a puras maniobras logró controlar su vehiculo y acoplado para (después de esquivar el auto) subir de vuelta al pavimento, pero con tanta velocidad que fueron solo segundos los que permaneció arriba, ya que fue a parar a la otra banquina, ahí nuevamente realizando las mismas maniobras pudo estabilizase para lograr finalmente subir al asfalto y seguir en el. Suponiendo que algunos del los animales estarían golpeados y también para limpiar el parabrisas que estaba completamente embarrado, decidió detenerse en la primera estación de servicio que apareciera en el camino. A solo momentos de haber parado, apenas había chequeado un par de cosas, ve que detrás del acoplado estaciona una coupe Mercedes Benz. Al instante se baja un señor que acercándosele y sin siquiera saludar le pregunta:
-Ud manejaba ese camión? Porque si es así lo debo felicitar, yo venia detrás suyo y seguí toda la maniobra que realizo, fue exelente, debe de tener una mano magistral para el volante... Disculpe, pero tan asombrado por esto, olvide saludar... ¿Qué tal?; ¿Cómo se llama?
-Que tal, Ortubia me llamo…, y ud.?
-Bien, yo soy Juan Manuel Fangio.

jueves, junio 01, 2006

Un premio para el oso


Cada mes de febrero, con el olor a lluvia y a tierra mojada, me vienen a la memoria los corsos de todas partes y de todos los tiempos. Entre ellos, son imposibles de olvidar aquellos carnavales de Huinca Renancó, esos que compartimos con el pajarito Alí y el pelado Villarroel, entre otros tantos buenos amigos.
En esos corsos, oficiaba de maestro de ceremonias Jacques Lafontaine, nombre artístico del oficial de policía Francisco Mallardo, quien se convertía para tales ocasiones en un auténtico muñequito de torta, con saco blanco y un simpático moñito granate.
Lo cierto es que Lafontaine (o Mallardo) se había constituido en un símbolo de los corsos del sur provincial, fiestas que tenían entre sus principales atractivos los premios en efectivo y los galardones que se entregaban a manera de incentivo a los mejores disfrazados, a las mejores comparsas, a la reina, etcétera. Fue en procura de uno de esos “Estímulos” que buscaron el Cuita Vargas, mas por robusto que por buen actor, para que se disfrazara de oso, con los mismos cueros de oveja que él cuatreaba.
El Cuita se negó al principio, en forma rotunda, en reiteradas oportunidades, pero termino cediendo cuando el Balula Farsi le ordenó:
-¡Usté se me disfraza de oso y listo, que yo voy a ser su osero, que tanto!
Además de plata, el Cuita le debía tantos favores al Balula que no podía decirle que no, por lo que allí junto a su amigo, desde la primera noche de los corsos, para interpretar un cuadro con marcadas características de relación sadomasoquista, ya que el Balula actuaba de amo con vestiduras de cuero, además de empuñar un látigo y de llevar la cadena que tenía en el otro extremo el collar que sujetaba los ímpetus del singular oso.
El disfraz era bien lanudo, cosido por Azucena García, la suegra del Balula, con una cabeza cariñosamente elaborada por Don Agustín Álvarez, taxidermista de la región. No bien empezó, ya sea por el calor del asunto o por el dolor de los latigazos, el Cuita Vargas quiso abandonar, pero su compañero de disfraz se lo impidió todas y cada una de las veces, asegurándole que ganarían el premio mayor, una cifra que ese año alcanzaría fácilmente a unos diez sueldos del capataz mejor pago de la región.
Las expectativas no eran infundadas, todo iban al corso a ver al oso, a escuchar sus quejas en cada latigazo, a sentir su fuerte paso. Quince noches seguidas se aguanto el Cuita con ese disfraz, sorteando calores de infierno, soportando pisotones de los chicos, golpes de los muchachos y hasta burlas de sus amigos del bar. El sacrificio bien merecía un premio, lo que debería llegar la velada en la que Jaques Lafontaine tomó el micrófono para anunciar a los ganadores:
-Y la categoría disfraces, tengo el honor… El gran honor de anunciarles que el respetable jurado de nuestra fiesta ha decidido otorgar el primer premio a… a… ¡¡¡La Dama Antigua!!!
La cara que puso el cuita al escuchar ese veredicto solo puede compararse con algún otro rostro imaginado por Narciso Ibáñez Menta en uno de sus sueños. Pero todavía quedaban otros premios que Lafontaine anuncio con mucho fervor:
-Y en segundo lugar, con gran mérito, se ubica… se ubica… ¡¡La pareja de españoles!!
A esta altura, el Cuita se había puesto amarillo, pero se las aguantaba porque el Balula le apoyaba el codo para que se quedara sentado. Tras los aplausos, Lafontaine prosiguió:
-El tercer premio, señoras y señores, es para… es para… ¡El diablo!
Vargas se levantó y parecía que iba a romper la sede del club de Barrio Norte a patadas, estaba rojo, violeta, humeaba de la bronca.
Lafontaine se dio cuenta de lo que sucedía y retomo el micrófono con rapidez para anunciar, a secas:
-Premio consuelo, premio consuelo para… para… ¡El oso!
El Cuita Vargas terminó de levantarse y gritó:
-¡¿Sabés qué podés hacer con el premio consuelo?!
Sin dar lugar a que continuara el ofuscado participante, Jaques Lafontaine utilizó su mejor voz de locutor para rematar la velada:
-En un gesto que lo enaltece, el Oso acaba de donar el premio a esta comisión organizadora.

Las Historias de Don Boyero
Jorge Londero
Editorial Alción Editora
I.S.B.N.: 950-9402-148-4