Cosa de Pueblo

Gracias por visitar el blog! Intentamos desde aquí, realizar una modesta recopilación de anécdotas, relatos, historias de nuestros pueblos y sus incomparables personajes, que desde pequeños hasta hoy, seguimos oyendo y nos causan tanta gracia. Si querés participar con tu recuerdo, envia un mail a: materialdepueblo@yahoo.com.ar Nota: Pedimos disculpas si alguien se siente ofendido por los relatos y/o nombres vertidos en este blog, no es nuestra intención. Gracias por su comprensión.

lunes, diciembre 17, 2007

La vuelta de las carreras

Durante los años sesenta, los campeones de motociclismo de la zona del Sur de Córdoba y norte de la Pampa eran Raúl y Kico Sixto. Sus veloces motos eran insuperables. Acumulando varias copas en su haber, se divertían, en el entusiasta y nuevo deporte: el de las motos. Rivalizaban con grandes y notorias figuras zonales las que, convocadas por los clubes de las distintas localidades, concitando la atención de numero público espectador durante las previas y el día del evento que, sin lugar a dudas era lo mas emocionante... El olor de las mezclas, los ruidos ensordecedores, las polvaredas en las curvas y el griterío de la multitud que daba el marco propicio al acontecimiento para darle el lustre que los clubes esperaban.
Para ello, los hermanos Sixto debían recorrer muchas veces grandes distancias, ya que la continua convocatoria de las Instituciones, hacían del entretenimiento, todo un suceso con la presencia de las figuras del momento. Los nombres de Garillo, y Sixto eran las figuras relevantes en esos días.
Para llegar a esas poblaciones, muchas veces había que viajar horas, a veces por caminos asfaltados o la mayoría, por polvorientos caminos de tierra, atravesando muchas lagunas y serruchadas hondonadas que el viento iba moldeando. Pero todo tenía su premio... No sólo era llegar primero, sino, la competencia en si misma y el afecto de los amigos y competidores entre los que se había establecido un vínculo amistoso muy fuerte. Macachín, Gral. Acha, Quemú Quemú, Guatraché, Rancúl, Parera, Realicó, Intendente Alvear y distintas zonas de los alrededores eran las elegidas para el domingo del suceso.
Pero para estos logros había que trabajar mucho, y preparar los elementos necesarios. Las motos se transportaban en un carrito diseñado para tal ocasión, a veces una o dos motos, según las circunstancias. Como siempre había voluntarios para transportar motociclistas y motos, el asunto se arreglaba entre gente amiga. Uno de ellos era un amigo de Huinca, llamado Cholo Barale, quien disponía de un Plymouth modelo 47' en muy buen estado, donde entraba mucha gente y ademas era lo suficientemente fuerte para tirar el carrito con las motos. Ese domingo la carrera terminó tarde. No obstante luego de cada competición, estaba dispuesto el segundo tiempo, es decir, se hacía una picada con un brindis (cuando no un asado), para vencedores y vencidos. Eso hacia que, entre franco ambiente de camaradería se compartieran las distintas situaciones del excitante día de carreras. Brindis mas, brindis menos...
En cierta oportunidad en una de esas tardes muy agitadas, en la que regresaba la comitiva,tres adelante y tres atrás, ya que por ese entonces los asientos delanteros eran enteros, -aunque un tanto apretados- obligaba al conductor que venía con cierta estrechez, a estar atento al camino... El cansancio, la comida y los brindis hacían que todos vinieran agotados y somnolientos. Ese día le tocó a Eduardo Aguilar, el primo, a viajar en el medio del asiento delantero.
Relajado y ya con sueño encima Eduardo se durmió enseguida, con la incomodidad natural de tan enjuto asiento. Mientras se acomodó para poder dormir a gusto, no se daba cuenta que su pié apretaba el pie del conductor que también volvía agotado y con sueño... el coche venia por el camino de tierra, (que la mayoría de las veces estaba lleno de pozos y solo escasas partes lisas), a toda velocidad que se incrementaba pasando el tiempo, el peso del zapato de Eduardo era implacable, ¡y el auto estaba al máximo de su rendimiento!, subían bajaban, tomaban curvas, y los postes se veían pasar casi sin ver, dada la velocidad sin freno. despertar a Eduardo fue un imperativo, ya que los matrechos ocupantes del asiento trasero daban golpes en la cabeza al dormilón para que levantara su pié, y así evitar un posible accidente. Todo volvió a la normalidad y pudieron regresar a Huinca, quedando como anécdota este hecho de un domingo más.

Ana maría.