Cosa de Pueblo

Gracias por visitar el blog! Intentamos desde aquí, realizar una modesta recopilación de anécdotas, relatos, historias de nuestros pueblos y sus incomparables personajes, que desde pequeños hasta hoy, seguimos oyendo y nos causan tanta gracia. Si querés participar con tu recuerdo, envia un mail a: materialdepueblo@yahoo.com.ar Nota: Pedimos disculpas si alguien se siente ofendido por los relatos y/o nombres vertidos en este blog, no es nuestra intención. Gracias por su comprensión.

viernes, mayo 27, 2016

Pipí

A un gaucho amigo lo agarra Fauna en un camino Rural. Como procedimiento de rigor le piden los papeles del arma. Una escopeta que tenía.
Entrega los papeles y hasta ahí todo bien. Le preguntan si traía algún animal de caza, lo cual niega. Solicitan revisar la chata.
Accede y cuando levantan unas lonas de la caja, hay algo que se mueve. Sacan la lona y había un peludo.
—Disculpe, dijo no haber cazado nada y hay un peludo.
—¿El Pipí?  El Pipí es mi mascota. Lo crié de chiquito. Me sigue a todos lados, cuando sale a correr por el campo lo llamo y el vuelve moviendo la cola.
La autoridad incrédula toma el peludo y lo pone en la huella. Este sale corriendo y enseguida se pierde por la cuneta. Se da vuelta y le dice a mi amigo.
—Ahí está, llámelo para que venga, a ver si es su mascota.
¿A quién?
—Al Pipí
¿Qué Pipí?

Cuento en Twitter de 

viernes, febrero 05, 2016

Dos latas de veinte

Ahí en Rancul, en el pueblo, se comentaba que lo habían internado al Coco.

No sé, parece que entró con vómitos y diarrea... Flaquito, chupado, estaba —decía un vecino, mientras se frotaba la barba de la pera.

Capaz que sea un virus, che —le respondió una señora, con la mirada media perdida y las manos quietas en la escoba. Quizás pensando en lo que había escuchado en el noticioso acerca de esas enfermedades de los mosquitos.

Todo quedó en comentarios y resultó ser que al final la cosa no fue tan grave como para no contar el cuento. En unos días el Coco se había recuperado. Le costó si, un poco la vuelta a la comida, pero con algo de dieta salió adelante.

Días después ya queriendo hacer vida normal nuevamente, el Coco, aprovechó una invitación y fue a comer el primer asado luego del percance.

—¡Coco! ¿¡Pero que te pasó hermano!? —le preguntó un amigo apenas el Coco entró al lugar.

—Me comí dos latas de veinte de cloclos, así nomás, de una sola tirada... Los hervía y al buche —respondió a la vez que, haciendo círculos con la mano, se sobaba la panza.

Ante esta insólita respuesta, automáticamente se pasó del estadio de preocupación al de las risas y acotaciones de parte de los amigos.

—Ah la mierda che, tremendo atracón Coco. Son como treinta choclos por lata, sacá la cuenta —dijo el parrillero mientras arrimaba unas brasas.

Y ahí seguidito, desde atrás, desde la otra punta de la mesa, se escucha —Menos mal que no le dieron sal y manteca... ¡Te come veinte hectáreas!

jueves, diciembre 06, 2012

Aliento y deseo en Melo


Aquella tarde soleada de Domingo en Melo se había desatado la fiesta del fútbol. El equipo de esta localidad, Social y Deportivo Melo, si o si debía conseguir los puntos de local, para afianzarse en la lucha del tan ansiado campeonato LRFL. Aquella gloria que solo se alcanzó una vez, en el año ´82. 

La hinchada estaba muy fervorosa. Grupo que se componía de niños, jóvenes y adultos, pero solo en los mas grandes permanecía latente el recuerdo del aquel logro conseguido hacía ya mas de 25 años.

Estas personas no querían irse de este mundo sin volver a ver al club otra vez en los mas alto, por eso alentaban mas que nunca, sabían que este año se podría lograr.

Minuto cero, el equipo se aprestaba para sacar del medio campo. Los alientos bajaban de la tribuna, pero curiosamente los que se sentían con mayor intensidad, eran los de una señora que gritaba fervorosamente: 

-¡Que Melo meta uno! ¡Que Melo meta uno!

El equipo estaba aceitado y en los primeros minutos ya había logrado conquistar el primer gol.
La mujer exaltada y desbordada por la tremenda alegría que sentía en su interior, comenzó a gritar nuevamente:

-¡Que Melo meta otro! ¡Que Melo meta otro!

Al final de la tarde, los tres puntos se quedaron en casa. Ella muy satisfecha y contenta volvió a su hogar con la sonrisa de oreja a oreja. Ese anhelo estaba cerca se hacerse realidad.


Gerar

domingo, septiembre 16, 2012

"Coco" Intendente

No voy a poner apellido. En Huinca Renancó, al menos de las personas que yo conosco y recuerdo, deben existir por lo menos cuatro o cinco que llevan como sobrenombre "Coco". Sin embargo el personaje de esta historia, el único, el que podía postularse a Intendente en aquella época era "El Coco".

Resulta ser, que cierto día y en vísperas de elecciones, el candidato a intendente "Coco" salió a hacer campaña recorriendo junto a su secretaria, los barrios mas humildes del pueblo.
La metodología era visitar casa por casa a golpe de puerta, preguntándole a cada vecino cuales eran sus necesidades e inquietudes a fin de anotar y dejar asentado todo. Una manera de tratar de persuadir al votante mostrando interés y expresando la idea de que si el vecino optaba por elegir su "formula" y en el caso de que fuera electo, el iba a suplir las carencias de los habitantes huinquenses mas postergados.

En la primer casa, a la consulta del flamante candidato, el vecino respondió: -Y... "Coco", con la tormenta fulera del otro día se me rompió todo el techo...
El "Coco" escuchó atentamente y con cara de preocupación, le solicitó a su secretaria: -Por favor, anotale al señor "chapas varias".

Así fueron casa por casa, escuchando a todos los habitantes del barrio, hasta que llegaron, ya casi al atardecer, a una de las últimas viviendas.

Atendiendo a la aplaudida desde la vereda, salió el vecino de su hogar, medio "pispeado" para ver quienes eran los visitantes y ahí nomás arremetió el aspirante: -Buenas tardes vecino, estamos visitando el barrio y queríamos saber un poco de usted, de su familia y conocer un poco cuales son sus necesidades, al menos las primarias.

A lo que responde el vecino: -"Coco" vos ya sabés, nos conocemos, nosotros venimos "corriendo la liebre" hace tiempo!

El coco, lo mira un poco se da vuelta y le dice a su secretaria: -Por favor, anotale al señor un par de galgos.


Gerar

miércoles, julio 04, 2012

Es tremebundo el apetito que tengo

Ante todo, inicio este relato pidiendo disculpas por el remate. También con el título intento, de alguna manera, atenuar el final. Y es que a veces sin las palabras justas, sin la misma frase que el personaje de esta historia utilizó en aquel instante, la anécdota no sería anécdota y estaríamos hablando de otra cosa.
Si bien el cuento es bien cortito, quisiera explayarme un poco en el contexto. Ya que a partir de esto, el relato toma más importancia. Absoluta diría.

Quien conoce un poco de la cultura del taller mecánico de un pueblo, sabe que el horario de las doce -el del medio día- es un horario en el que se merma la productividad que atañe a la tarea específica y se comienza a ordenar todo para así cerrar el taller. En media hora mas o menos ya estará el almuerzo listo y después, claro está, la infaltable y religiosa siesta reparadora.

En este lapso de tiempo, entre los preparativos para el cierre y el almuerzo, se limpia algún charco de aceite con aserrín; se guardan las herramientas; se ordena lo que queda desarmado, inconcluso. Luego, ya culminando, el aseo personal del mecánico; cepilladita con nafta a las manos para quitar la grasa firme y una buena enjabonada para quitar el resto.

Es muy importante aclarar que en ese período los mecánicos no están solos, ya en ese momento se suman acompañando esta rutina, un amigo que sale de su trabajo y pasa a charlar un ratito; otro que pasó mas temprano a buscar algún repuesto viejo y ya se queda varado; también algún vecino que se dedica a la misma actividad y necesita una herramienta; alguien que no tiene nada que hacer y por eso lo va a hacer ahí. Así, cuando te querés acordar, hay mas de diez personas reunidas.

Aquel día, el que trae a colación el relato, no era la excepción. Varias personas se habían juntado a charlar de los mas variados temas. Sumada a este grupo mi mamá, que no era habitual que estuviera en el taller, pero ese día volvía de hacer unas compras en el mercadito de enfrente y se quedó charlando con mi primo, consultándole algo sobre la madre. Era un día con singularidades, ya que tampoco era habitual que una mujer llevara el auto a arreglar. Pero allí estaba también. La mujer, el personaje del relato.

Esta señora tenía un Ford Falcon que para mi claramente sería un caso de estudio paranormal. Ese auto solo funcionaba por obra de algo superior, una fuerza divina, no sé. Echo pelota.
Se lo había vendido -hábil para los negocios- mi viejo "el Kiko". Nosotros no podíamos creer que lo vendiera. Nos reíamos del estado. En más, un tiempito antes, éramos de la idea de directamente tirarlo o regalarlo por si alguien podía rescatar algo. Bueno, no solo consiguió venderlo si no que también, obvio, consiguió una nueva cliente. Lo que hoy se denomina, servicio de post venta.

Ahí estaba, había venido a retirar el Falcon minutos antes del cierre. Charla va, charla viene, la mujer de unos 45 o 50 años, se separa del grupo y caminando hacia afuera, hacia la vereda, casi como queriendo aprovechar ese silencio que suele aparecer entre tema y tema, levanta la vos a un volumen superior y dice: -Bueeeno, me voy a ir a mi casiiiita... ¡Tengo un hambre que se me raja el upite!

Mi vieja, el vecino, mi primo, el perro, el aire, nosotros. Atónitos, todos.



-...Cerrá, cerrá nomás.

Gerar

sábado, abril 14, 2012

Término médico en boga

Comentario de una señora que participaba de una reunión festiva en la localidad de Realicó.

-Ese señor estuvo mucho tiempo internado, le dio un CEBESE, le dio.


Gracias Ricardito.
Gerar

miércoles, enero 18, 2012

Grata sorpresa en la despedida

El viernes pasado me encontré con una grata sorpresa que tiene mucho que ver con el espíritu de este sitio.
Un compañero, que luego y con el pasar del tiempo, mas los momentos vividos, se transformó en amigo. Por motivos laborales y de crecimiento a nivel personal y profesional, ya con algo medio armadito, partió hacia el país del norte.
Decidió entonces -me parece que mas decidieron los amigos- aprovechando que justo uno de ellos cumplía años, sumar festejos y así también mechar la despedida.
Raro que se hiciera algo por aquellos lares, si había algo que le recriminábamos siempre era que nunca organizaba algo en su terruño. Organizar algo para los de acá, los del grupo del trabajo. Pero bue, nunca se dio. De echo jamás vimos a la familia y a los amigos. En todo el tiempo transcurrido solo le conocimos alguno, casi al azar. No mucho más... Hasta esta fiesta.
El es de la zona de Pilar, y hasta allá tenía que viajar, medio a trasmano porque aparte no era en el centro si no en una quinta. Y emprendí el viaje, solo. Lamento que faltaron tres mas del grupo. Va, no lo lamento porque si no hubiera sido distinto, porque son un cachivache...Va, somos juntos un cachivache. Hubiera sido lindo que estuvieran. Pero bueno se dio así. Solo sabía que había ido una compañera y amiga del trabajo, nadie más de los conocidos.
Resulta ser, que después de dar unas vueltas de más y de perderme un poco, llegué al lugar. Y ahí comenzó lo mágico, lo que quiero contar. Porque apenas entré en el lugar, me encontré con que todos me conocían, todos me saludaban y hasta me contaban historias, como si las hubiéramos vivido juntos, como si fuéramos de hace tiempo amigos y eso que estoy hablando de personas con las que jamás había hablado y mucho menos visto. Y era grato pero extraño, porque yo también las sentía cercanas, pero no de red social y avatares, cercanas de la vida, de personas a las cuales les conoces los defectos y las virtudes. Sabía historias de ellos, entendía sus códigos y sus comportamientos.
Y ahí comencé a darme cuenta, a encontrarle la explicación a esta situación. El creador de todo este momento había sido el, a base de anécdotas e historias, las nuestras narradas a ellos y viceversa. Se ve que, uno después se da cuenta, que las narraba con tantas ganas y las disfrutaba tanto, que entre cuento y cuento iba creando el vínculo que nos unió a todos, a los de acá y a los de allá sin siquiera habernos conocido. Esto, muestra a las claras, lo importante que son los lindos momentos vividos y de lo bueno que es juntarse a recordarlos y repetirlos una y otra vez y para siempre, inclusive hasta adueñarse de uno que no es tuyo. Y de tanto en tanto ir viviendo algunos otros, como para renovarse, vio.
Y ahora se fue bastante lejos, y nosotros no fuimos. Pero te aseguro que ya estamos haciendo nuevos amigos.

Gerar

Recordando, me pasó algo muy similar con un amigo que por cuestiones de la vida se había ido a vivir a la localidad de Jovita, donde yo tampoco conocía a nadie. Situación parecida fue la que viví en aquel pueblo cuando lo visite en víspera de su cumpleaños.
Pero parece que nada es casual, porque los dos son muy parecidos en varios aspectos.

martes, agosto 02, 2011

El avance tecnológico y sus nuevos vocablos.

Señora mayor haciendo un pedido específico en un local de fotografía Huinquense.

-Por favor señor, que estas no salgan tan "pinceladas".

Gerar

domingo, noviembre 14, 2010

Al pasar: Peligro al volante.

En Parera cuando el abuelo Pancho sacaba su auto, todos guardaban el suyo.

Gerar

martes, noviembre 17, 2009

Al pasar en Huinca

Vecino vendiendo un auto.

"...El coche anda bien, lo único que tiene es que está un poquitito delicadito de papeles..."

Gerar.

domingo, noviembre 15, 2009

"Cliente dificil"

Contaba el tío León (Tío Cholo Gonzalez), el mas lindo de los González, historias sobre cuando jovencitos, el abuelo Joaquín los ponía a trabajar de dependientes en el Almacén de Ramos Generales, situado en la calle 25 de Mayo frente a la Farmacia Ballari. Cada uno de ellos, según edad y actitud, tenía su tarea dentro del establecimiento. El tío Gordo en el mostrador, el tío Luis en la jardinera con la que hacia el reparto, y el tío Cholo también en el mostrador, atendiendo a la vasta clientela, ya que se despachaba toda clase de mercancía en el negocio. Por esos años, imposible precisar, pero se supone que sería por 35´ aproximadamente, (por la edad de ellos, que recordaba Cholo, era de 15 o 16 años) los productos venían por tren y se vendían a granel, la gente compraba llevando sus propias bolsas o sus damajuanas en el caso del vino que, por ese entonces, llegaba en bordalesas que como se sabe son de 200 litros cada una. De ese modo, según el gusto, podía elegirse entre los vinos populares de esos tiempos (donde no habia demasiada variación); Tintos, blancos y claretes. En el caso del tinto, había dos versiones, uno era tinto común y otra la del "Barbera" variedad que era muy requerida por tratarse de un vino tinto mas espeso y fuerte.

Cierto dia llegó al almacén uno de los parroquianos que frecuentaba el lugar, con una damajuana para llevar su vino preferido. Estando en el lugar, el cliente escanciaba, esperando el despache de su mercancía, algún vasito de vino o algún "espirituoso" según conviniera a la época, sea invierno o verano. Los muchachos rápidamente, atendían el pedido bajo la mirada atenta de Don Joaquín, mientras se cumplía el trámite; había que bajar al sótano, que por cierto, era bien grande y oscuro. Se llenaba la damajuana y se entregaba al cliente, que en este caso resultaba un antiguo cliente de la casa. Ese día en particular (contaba Cholo), bajaron, llenaron la damajuana cumpliendo el pedido el que fué entregado rápidamente. Era constumbre entonces, que el cliente probara el vino de su damajuana. Cuando Don Destéfanis lo probó, consideró que era demasido "flojito" o suave y pidió que se cambiara el vino por otro mas fuerte, por esa razón, el abuelo Joaquin envió de nuevo a los muchachos a cumplir el recado ya que "el cliente siempre tiene razón" y estos, que eran muy pícaros cansados de los requerimientos de este señor quien siempre, se quejaba por la misma causa, decidieron hacer su propia mezcla: Hecharon un poco de tierra dentro de la damajuana, algunos restos de otros vinos almacenados (alguna que otra salivada) y llevaron la damajuana. Al probarlo el señor asombrado dijo: -¡¡¡Este si esta muy bueno!!!

La picardía había sido consumada; bajo la severa mirada de su padre quien el unico propósito que tenía, era atender muy bien la clientela.


Ana María.

sábado, octubre 17, 2009

El castillo de la princesa rusa

Este post debería haber estado en la sección leyendas de "Cosa de pueblo" si no fuera por la fotografía que vi en el facebook de Claudio Pagliano (conciudadano y amigo). Al final y como esta documentado, la historia que oí durante mucho tiempo sobre el castillo que se había construido en un campo cercano a Huinca renancó, era cierta.
En definitiva, por más que uno haga las veces de "mal refutador", se encuentra con que los viejos no macaneaban tanto, y que solo daban su versión de los hechos. Tanta razón en esto tiene con su frase Gabriel García Márquez y nunca mejor ejemplificado que en la película "Big Fish" de Tim Burton.
Si bien no hay muchos datos precisos sobre la princesa y su castillo, encontré algo navegando por internet, que transcribo mas abajo. La fuente es de "Argentina Pueblo a Pueblo" de Clarín.com, escrita por Rita Gerbaudo de Jovita.


La princesa rusa del castillo cordobés

Cuentan que, a fines del siglo XIX, una amazona hizo construir una fastuosa fortaleza. Años después no se la vio más, el edificio fue demolido y creció la leyenda.

A fines del siglo XIX, cuando todavía se escuchaban los ecos del último malón, en el sur cordobés había un castillo que, según cuentan, fue construido a pedido de una princesa rusa. Numerosos testimonios y fotos, hoy color sepia, me permiten asegurar que existió. Lo que nunca se pudo descifrar fueron el origen y el motivo que llevaron a su edificación.

Estaba emplazado en el centro de una propiedad de mil hectáreas, en el hoy departamento General Roca, entre Huinca Renancó, Mattaldi y Jovita (ver En el sur...). Su estilo arquitectónico era similar al utilizado en la estepa rusa. Tenía dos pisos con habitaciones y un subsuelo para cocinas, despensas y cuartos de la servidumbre. En las orgullosas torres almenadas de los cuatro ángulos estaban los baños. El edificio tenía grifería con incrustaciones en oro y paredes cubiertas con mayólicas europeas. Las alturas se salvaban con escaleras de madera de roble.

Sus parques y jardines —lo último que quedó en pie— estaban diseñados con caminos convergentes, todos rodeados de plantaciones de lilas, de las que hoy se conservan retoños en algunos hogares de la región. Los memoriosos recuerdan (aquí, quizás entra en juego la imaginación) a una elegante y pequeña amazona rubia, seria, callada, que iba a Mattaldi a hacer las compras, siempre montada en un caballo negro. Vivía con un tío —otros creen que era el esposo—, un hombre mayor que la acompañaba a recorrer el campo. Este era más conversador y usaba siempre el mismo saco marrón a cuadritos, con breechs y botas. Su apellido, de origen ruso, era algo así como Minstersky o Minchevski. Como no entablaron relación de amistad con sus vecinos, la historia se fue armando sobre la base de suposiciones que incitaron a las más variadas interpretaciones. Hasta se llegó a arriesgar que podía tratarse de la princesa Anastasia (ver Anastasia...).

Por problemas de salud, de añoranzas o económicos (los últimos serían los más probables: todos concuerdan que por falta de dinero no se terminó la construcción), en las primeras décadas del siglo XX desaparecieron de la zona los habitantes del castillo.

Entonces el castillo se convirtió en refugio de crotos y linyeras, que, sumados a desaprensivos, apuraron su desmantelamiento y destrucción. Algunos de sus eventuales moradores cuentan que en ocasiones, en la quietud de la noche, se escuchaba el lamento de una mujer.

Hacia la década de 1950, una entidad bancaria ejecutó la garantía por un crédito pedido para el emprendimiento, y subdividió y remató el campo. El lugar donde estaba el castillo, en el centro de la propiedad, fue designado, con total ligereza y desinterés, como espacio para calles, con lo que se decretó su desaparición.

Así finalizó la historia del castillo de la princesa rusa. Se cuenta que ella terminó sus días en un hospital de caridad en Buenos Aires. Las fotos, los recuerdos de los pocos que aún viven y los retoños de lilas dan fe de su temporal existencia. De una realidad que no es sólo leyenda.

Gerar.

Fuente: Clarin.com