Cosa de Pueblo

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miércoles, agosto 01, 2007

¡Perdimos al Sando!

Uno de los grandes amigos del hombre, es sin duda el perro. Esta es una de las historia de uno de ellos...
Recibió hacen unos cuantos años, Kico Sixto un cachorro negro, lustroso, que, desde el principio se veía bien robusto. Era una extraña mezcla de perro común con algo de Rotwailer (aunque mas alto) y con una mirada muy dulce. Por supuesto, imposible determinar la raza: era perro-perro.
Demás esta decir que apenas arribado por ser cachorrito, la familia, los chicos de Kico y el abuelo, se encariñaron con el pequeño animal. Luego de varios cabildeos se decidió llamarlo SANDOKAN. Nombre ilustrativo, porque la imaginación de los chicos desbordaba creyendo que el perro sería muy aventurero y temerario. Nada equivocados, así lo fué. Pero, como a la gente mas joven se le complicaba el Sandokán, se le acortó el nombre, quedando simplemente y para todos, SANDO.
Rápidamente se incorporó a la vida de la casa, participando de todos los eventos, aún los mas riesgosos. Tales como; guardián, corredor de gallinas, anticipando visitas con ladridos, o a veces peleando con algún perro vecino.
Cierto día que Kico y Raúl -exclamando en complicidad la frase "¿Vamos a los chanchos?"- decidieron ir a un campo cerca de La Nacional, (lugar donde, según se decía había grandes piaras de jabalíes) Raúl, a quien se le otorgaba el título de conocedor de lugares de caza y además de ser experto en esos menesteres, además de ser amigo de puesteros de estancias de la zona, donde hubiera montes tupidos.
Reunieron todos los elementos necesarios, escopetas, carpa, frazadas, bolsas de dormir, leña asado, la infaltable damajuana etc., creando gran expectativa en el SANDO que cada vez veía como todo estaba casi listo y el aún no había sido convocado.
¡Que decir cuando se lo incorporó a la partida! saltaba, ladraba y se entrometía, cosa que molestaba bastante a todos.
Se había establecido una gran comunicación entre ellos y SANDO, creciendo en importancia para el fin de la cacería de los chanchos.
Pues bien, fue la comitiva, pasando una noche expectante, esperando la aparición de jabalíes (a veces aparecían, a veces no) pero siempre se regresaba con alguna martineta, perdices, alguna liebre o vizcacha.
El regreso era agotador, cargar todo y volver, cuidando que SANDO, atrás de la camioneta, se quedara quieto para no caer. En el camino a Cañada Verde, casi llegando al pueblo, Raul, se percató que faltaba ¡SANDO!, de inmediato, se emprendió el regreso, preguntándose si había subido, si se habría tirado apenas al salir, las conjeturas eran muchas.
Como desde Cañada a La Nacional era como 20 km. se suponía que SANDO no estaría muy lejos... Anochecía y ya todos, entre preocupados y entristecidos, volvían pensando lo peor. Ya era noche cerrada y muy oscura, muy fría y había seca, razón por la cual se levantaba una densa nube de polvo. Haciendo un buen trecho, uno diviso, a los lejos a la luz de la camioneta un brillo, sentado en el medio del camino y mirando de frente, estaba SANDO, quietito, esperando, ¡sabedor que sus dueños volverían a buscarlo!
Extraña experiencia. Porque sin duda el perro al caer, siguió las huellas del vehículo, y al cansarse se quedó mirando el camino esperando el rescate...
Luego del feliz reencuentro, llegaron las amonestaciones, pero no fueron muchas, ya que la cola de SANDO no dejaba de moverse para demostrar el agradecimiento de haber sido encontrado.

Ana María Sixto.

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