Fuga

La última vez que viaje a Huinca, escuche una anécdota cortita que contaba mi mamá y comentaba que la misma la relataba siempre mi tío Hugo Viano de Parera.
La primera parte de esta historia le ha pasado a mas de uno, lo oí más de una vez y doy fe que a mi mismo me pasó y es la fuga del loro “doméstico” con una ocasional bandada de loros que pasa por el lugar. En mi caso el loro tenía el “aro” muy cerca de una planta de mora donde paraban los demás, y por descuido, las alas no muy bien cortadas. La segunda parte quizás no me sucedió porque mi loro no “hablaba”.
Cuentan que el señor Tomás Rodríguez tenía un loro que había criado desde pichoncito. El loro había aprendido todas las cosas que se les enseñan a este tipo de mascotas, “echar la pata”, “hablar”, “Silbar”, “Silbar la marcha peronista” -No se las preferencias políticas que tenía el Señor Tomás pero he visto que varios loros hacían esto, solo lo pongo como dato anecdótico- Pero un día ante el descuido de su dueño, quien sabe porque, quizás por instinto, decidió abandonar su hogar para irse con sus hermanos loros. La tristeza que ocasionó la fuga del pájaro con el tiempo pasó y solo quedó en el recuerdo.
Cierto día Rodríguez estaba realizando tareas de mantenimiento en su molino subido en la parte mas alta, de pronto a una distancia moderada de el, aparece una gran bandada de loros que aminora la marcha, de repente se separa uno de los demás, se le acerca a un par de metros y ante la mirada atónita del señor, el loro le dice: -Chau, Tomás!

Gerar.