Gran inteligencia canina

Cuentan los viejos mentimemoriosos del pueblo que hace unos cuantos años había en Parera un bolichero de apellido Castro que tenía un perro "perdicero" de raza indefinida del cual su dueño hablaba maravillas sobre su inteligencia. Además, comentaba que debía mucho de su habilidad en el detectar y levantar perdices a sus eficaces enseñanzas y de paso comentaba que al perro había que enseñarle a seguir no al dueño sino a la escopeta. De esta manera el canino podía salir de caza con cualquier persona.
En una ocasión un amigo que hacía un tiempo que vivía en Buenos Aires llegó a visitarlo y al enterarse que en un campo cercano había gran cantidad de perdices y martinetas le pidió al Señor Castro que le preste todos los elementos para salir de caza, es decir perro, escopeta y sulky, a lo que Castro accedió aclarando que tuviera en cuenta la gran inteligencia del perro y lo dejara hacer tranquilo su trabajo.
Llegado este Bonaerense al campo ató el caballo a la sombra, largó el perro y cuando se dispuso a cruzar el alambrado, el animal ya se había quedado tieso marcándole un rastro, le dió la orden y el perro hizo volar una copetona, inmediatamente se escuchó un disparo pero la copetona siguió volando como si nada, el perro lo miró al tirador y agachó la cabeza. Caminaron un trecho y el can volvió a marcar un rastro, al instante voló una colorada, se oyeron dos disparos y la colorada no perdió ni una pluma, esta vez el perro se quedó un ratito gruñendo. Volvieron a caminar unos cuantos metros, volvió a marcar el perro, voló otra copetona y los disparos tuvieron el mismo resultado, el perro regresó al lado del tirador, lo miro de arriba a abajo, le ladro dos veces, dio media vuelta y se volvió solo al pueblo. Era tan inteligente que no quería salir con inútiles que lo hacían trabajar al pedo.
Adrián.
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